Café natural o torrefacto: ¿En qué se diferencian?
Si tu café es negro como el carbón, amargo hasta el extremo y solo lo puedes beber con azúcar, es probable que estés tomando torrefacto.
Pero, ¿qué lo hace tan distinto del café natural?
La diferencia está en el tueste: mientras el café natural se tuesta sin más, el torrefacto se tuesta con azúcar, lo que le da ese color oscuro y ese sabor fuerte (o mejor dicho… muy quemado).
Ahora bien, ¿es una tradición que vale la pena mantener o un error del pasado? Vamos a verlo.
Índice de contenidos
¿Qué es el café natural?
El café natural es lo que debería ser siempre el café: granos tostados sin más. Sin azúcar, sin caramelizado, sin trucos. Solo el sabor puro del café tal como es.
Este método de tueste permite que se conserven todos los matices del grano, desde notas afrutadas hasta toques de chocolate o frutos secos, dependiendo de su origen. Además, al no estar recubierto de azúcar quemado, no es tan amargo ni tiene un sabor tan agresivo.
Esto se nota muy fácilmente en el café de especialidad, ya que este tipo de café se tuesta justo en su punto y se envía directo desde el tostador, siempre recién tostado. Como puedes imaginar la diferencia con el torrefacto es abismal.
En un café de especialidad no necesitas añadir azúcar, porque tiene muy poco amargor.
Ahora que tienes claro qué es el café en su forma más pura, veamos cómo se convierte en su versión más extrema: el torrefacto.
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¿Qué es el café torrefacto?
El café torrefacto es lo que pasa cuando alguien piensa que al café le falta un toque de carbón y decide solucionarlo con azúcar quemado.
Su origen se remonta a épocas de escasez, cuando se buscaba hacer que el café durara más y rindiera mejor. La idea parecía buena: añadir azúcar durante el tueste para “proteger” el grano.
¿El resultado?
Café con un revestimiento caramelizado… que en realidad es azúcar quemada pegada al grano como un escudo medieval.
Esto explica por qué el torrefacto es tan negro, tan amargo y tan necesitado de azúcar para ser mínimamente bebible. Más que realzar el sabor del café, lo camufla bajo un amargor extremo. Pero claro, durante años nos vendieron la idea de que cuanto más fuerte y oscuro, mejor… y aquí estamos, bebiendo algo que parece más una penitencia que un placer.
Si te estás preguntando por qué necesitas dos sobres de azúcar para que tu café no te mire con odio desde la taza, ya tienes la respuesta.
Diferencias clave entre el café natural y el torrefacto
Ahora que ya sabes lo que es cada uno, llega la pregunta del millón: ¿en qué se diferencian realmente el café natural y el torrefacto?
Porque también te digo que, más allá del color y el amargor extremo, hay detalles que quizás no te habías planteado.
1. El proceso de tueste: aquí está el truco
- Café natural: Los granos se tuestan sin añadidos, permitiendo que el sabor original del café se exprese tal cual es.
- Café torrefacto: Aquí es donde se pone interesante (o dramático): se le añade azúcar durante el tueste, que se carameliza y termina carbonizándose. El resultado: un café más oscuro, más amargo y con un sabor que tapa cualquier matiz natural.
2. Sabor y aroma: lo natural siempre gana
- Café natural: Dependiendo del origen, puede tener notas afrutadas, achocolatadas, florales o especiadas. Vamos, que cada café tiene su propia personalidad.
- Café torrefacto: Sabe a quemado, a fuerte, a “esto me va a despertar sí o sí”. Los matices del café desaparecen bajo esa capa de azúcar carbonizado.
3. ¿Impacto en la salud? Piénsalo dos veces
- El torrefacto tiene menos antioxidantes y más carbonización, lo que no es precisamente ideal.
- Su sabor intenso hace que la mayoría le añada azúcar, lo que aumenta el consumo sin darnos cuenta.
- El café natural, en cambio, conserva sus propiedades y no necesita “arreglos” para ser bebible.
Que tal, ¿Te ha quedado claro? Ya ves que las diferencias van más allá del color. Si es algo que puede tener impacto en tu salud deberías plantearte hacer algo ¿no crees?