¿De dónde viene el café?
Lo sé… cuando estás con el ojo medio cerrado y la cabeza en modo zombi, lo último que te planteas es la travesía épica de esa taza de café que te está salvando la vida. Para muchos de nosotros, el café es lo que nos mantiene en pie (sobre todo cuando empieza la semana y necesitas más energía que un cargador de móvil).
Estoy seguro de que te pica la curiosidad, ¿de dónde vendrá ese elixir milagroso que te convierte de un ser humano irritable en alguien decente?
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¿De dónde proviene el café?
La historia del descubrimiento del café cuenta que todo comenzó en Etiopía, cuando un pastor llamado Kaldi notó que sus cabras, después de comer unas bayas rojas, empezaron a saltar llenas de energía.
Curioso… Kaldi probó las bayas y tuvo el primer subidón de cafeína. Así se descubrió el café, que poco a poco fue viajando por el mundo, conquistando mercados y convirtiéndose en la bebida que hoy nos despierta cada mañana.
¿De qué país viene exactamente el café que bebemos hoy en día?
Bueno, la respuesta es… depende. Tu café podría venir de Brasil (que es el rey de la producción), o de lugares como Vietnam, Colombia o incluso Honduras. Cada país tiene su propio sabor y personalidad.
Tomarse una taza de café es como estar en una reunión familiar: cada hermano tiene su propia personalidad, pero todos comparten la misma esencia. El café de Brasil te saluda con un sabor suave y acogedor, mientras que el de Vietnam llega con fuerza y carácter. Luego está el de Colombia, con esa mezcla perfecta de dulzura y acidez. Cada uno tiene su toque especial, pero todos son parte de la misma gran familia.
Hablando de calidad, ¿Sabes de dónde vienen el café más caro del mundo?
Vale, prepárate porque esto se pone raro. Uno de los mejores cafés del mundo (y más caros) es el famoso Kopi Luwak de Indonesia. Las civetas, unos animales que parecen una mezcla entre gato y mapache, se comen las cerezas de café, las digeren y después, bueno… las defecan 🤯.
¡Y ahí es cuando comienza la magia!
Estos granos, tras un paso por el sistema digestivo de la civeta, son recolectados, limpiados (obviamente) y tostados para convertirse en un café que puede costar más de 1000 dólares el kilo.
¿Lo probarías? Dicen que tiene un sabor más suave y menos amargo, pero entre tú y yo, a veces prefiero no pensar demasiado en cómo llegó a mi taza.
Si lo del Kopi Luwak te parece demasiado “aventurero”, tranquilo, que también existe el café para los que prefieren un lujo más clásico. Te hablo del café Geisha de Panamá, que está hecho para los más sibaritas. Este grano es como la joya de la corona en el mundo del café, tratado con el mimo que se le da a una obra de arte.
Y no, no ha pasado por el sistema digestivo de ningún animal, simplemente es caro porque es raro… y cuando digo caro, hablo de más de 1700 dólares el kilo. Así es, cuesta casi como una joya.
¿Qué lo hace tan especial? Pues el sabor. Es un café con notas florales y afrutadas tan delicadas que te hacen olvidar por un momento que estás tomando café.
Los granos: ¿De dónde sale el café?
El verdadero protagonista de toda esta historia es el grano de café, una cereza roja o amarilla que se recolecta cuando está en su punto óptimo.
Dentro de cada cereza hay dos semillas, nuestros preciados granos de café, que luego se secan, se tuestan, y ¡voilà! Tienes el café en grano que ya conoces..
Este proceso es tan cuidadoso que casi podrías pensar que los tostadores son artistas, pintando con sabores. Y créeme, cada pequeño detalle cuenta para conseguir un café perfecto.
El fruto del café: donde todo comienza
A veces nos olvidamos de algo esencial: antes de que el café llegue a nuestras manos en forma de esos granos tostados tan adorados, todo empieza con una pequeña cereza.
Sí, esa cereza que cuelga de las ramas del cafeto es mucho más que el envoltorio del grano. Es, de hecho, la cuna donde se desarrollan los sabores y la calidad del café que tanto amamos.
Cada cereza de café es el hogar de los preciados granos, y su sabor final no es pura casualidad. El terroir (esa mezcla de clima, altitud y suelo) es lo que le da al café esas notas tan particulares. Es como el “carácter” del café, lo que lo hace único dependiendo de dónde venga.
No es lo mismo un café cultivado en las montañas altas de Etiopía que uno nacido en las cálidas laderas de Colombia. El fruto marca la diferencia, y algunas veces se deja que los granos fermenten dentro de la propia cereza, añadiendo capas extra de sabor que nos hacen pensar: “¿cómo puede algo tan simple saber tan bien?”.
Para mi el fruto es como el héroe desconocido de esta historia, ese paso fundamental que pasa desapercibido, pero sin el cual no disfrutarías de esa maravillosa alquimia natural que ocurre en cada sorbo.
Más que una bebida: el café, un pilar cultural y económico
Para muchos de nosotros el café es casi un combustible vital, pero lo que a veces olvidamos es que detrás de ese café hay una red de historias mucho más grandes que nuestro capricho matutino.
En muchos países, el café no es solo un producto, es el pilar que sostiene la economía y un motor cultural que impulsa comunidades enteras.
Millones de personas dependen del café, desde los recolectores que lo cosechan a mano hasta los tostadores que lo transforman en ese pequeño milagro que llena nuestras tazas.
El café une personas de todo el mundo, nos inspira, y nos recuerda lo importante que es disfrutar los pequeños placeres cotidianos.