CAFÉ ESTILO ITALIANO

Si Italia tuviera un perfume oficial, sería el del espresso recién tirado: corto, caliente, con ese amargor amable que te despierta de un plumazo. Casi siempre con un vasito de agua al lado, y esto es parte del ritual.

Historia exprés del café italiano

El romance empezó en Venecia, siglo XVI, cuando la ciudad abrió las puertas al café que llegaba de Oriente. A partir de ahí, todo se aceleró. En 1720 se inauguró el Caffè Florian, en plena Piazza San Marco, y aún hoy sigue sirviendo tazas y confidencias como si el tiempo no pasara.

Luego vino la revolución de las máquinas.

A finales del XIX, Angelo Moriondo presentó un invento capaz de preparar café “al momento”. La idea estaba ahí, pero el espresso tal y como lo conocemos llegó cuando Luigi Bezzera afinó el sistema y Desiderio Pavoni lo llevó a las barras.

El bar de espresso ya tenía acta de nacimiento.

El gran salto lo dio Achille Gaggia en los años 40: más presión, crema dorada y ese aspecto que hoy asociamos a un espresso bien hecho. Y mientras los bares se llenaban de tazas diminutas, las casas se llenaban de mokas: Alfonso Bialetti lanzó en 1933 la cafetera de aluminio que acabó siendo patrimonio sentimental de medio país.

Entre medias, un paréntesis duro: en la guerra escaseaba el café y muchos tiraron de cebada tostada; el caffè d’orzo quedó como plan B… y tradición alternativa.

La barra manda: reglas no escritas que todos respetan (aunque nadie te las imponga)

Italia es de pit stop: entras, pides, bebes y sigues con tu día. El cappuccino es cosa de mañana; después de las 11:00 la leche levanta cejas, no denuncias.

El vasito de agua se toma antes del café, para limpiar el paladar y que el espresso sepa como tiene que saber. Y en Nápoles sobrevive una costumbre preciosa, el caffè sospeso: pagas dos, tomas uno y dejas el otro para quien lo necesite. Eso también es Italia.

Pequeñas herejías deliciosas según dónde estés

Cada región mete su guiño. En Marche encontrarás el caffè anisetta, ese golpe de anís que calienta conversación.

En Sicilia, el caffè d’u parrinu mezcla clavo, canela y cacao sin pedir perdón.

Y si te pierdes por Trieste, recuerda que allí nació Illy: medio mundo aprendió a pronunciar “espresso” con sus mezclas.

Más que cafeína: un idioma común

En Italia, un “¿un caffè?” abre reuniones, remata planes y arregla días torcidos. La barra es democrática: se mezclan estudiantes, ejecutivos, jubilados y turistas con sueño.

Desde los cafés históricos de Venecia hasta el bar del barrio, el país convirtió una bebida en un idioma. Y sigue vivo cada mañana.

Te contamos todo sobre el café italiano