¿De dónde es el Capuchino? Su origen e historia
Hoy en día el café capuchino es algo habitual y prácticamente todo cafetero sabe lo que es, pero te aseguro que muy pocos saben de dónde viene y cómo se originó. Y detrás de esa espuma cremosa hay una historia que ni te imaginas.
No es solo una bebida, es una mezcla de leyenda, batallas y hasta frailes que hicieron de este café lo que es hoy. ¿Quién diría que algo tan cotidiano tiene un origen tan épico?
Si alguna vez te has preguntado cómo el capuchino se convirtió en el favorito de muchos, prepárate, porque lo que viene te va a sorprender. ¡Te prometo que la historia es tan buena como la bebida!
Índice de contenidos
Los frailes capuchinos: El origen del nombre
Vale, te explico. Los frailes capuchinos no tienen solo la culpa de inspirar uno de los cafés más queridos, sino que su vestimenta fue clave. Estos monjes franciscanos, allá por el siglo XVI, llevaban unas túnicas marrones con capucha, de ahí que se les llamara “capuchinos” (sí, de «cappuccio», que en italiano significa capucha).
Y ese detalle visual, tan sencillo como el color de su ropa, fue lo que terminó dándole nombre a nuestro querido capuchino.
¿Por qué?
Pues cuando en Viena se comenzó a suavizar el amargor del café añadiendo leche, el color resultante se parecía mucho al de las túnicas de estos frailes. Y así, de manera casi casual, un grupo de monjes pasó a la historia del café sin siquiera pretenderlo. El nombre «Kapuziner» empezó a usarse en Viena y de ahí, poco a poco, se extendió por toda Europa.
¡Ni el mejor branding hubiera logrado algo tan efectivo!
Con el tiempo, el capuchino fue cambiando hasta que apareció la máquina de espresso y ¡voilá!, nació el capuchino como lo conocemos hoy: esa maravilla cremosa con su espuma perfecta que tanto nos gusta. Así que la próxima vez que te tomes uno, piensa en lo loco que es saber que empezó todo con un monje, una batalla y un buen toque de creatividad.
Pero esto es solo una parte de la historia, y a mí, como me encanta indagar he seguido investigando para contarte todos los detalles. ¿Seguimos?
La Batalla de Viena y el capuchino: La leyenda de Marco da Aviano
Ponte en contexto… nos trasladamos al año 1683, en plena Batalla de Viena, cuando los otomanos intentaban invadir la ciudad. Pues justo en este momento entra en escena el intrépido Marco da Aviano , un fraile capuchino que, según la leyenda, jugó un papel clave no solo en la defensa de Viena, sino también en el origen del famoso capuchino que hoy nos ocupa.
Se cuenta que, al acabar la batalla, los soldados vieneses encontraron sacos de café turco que los otomanos habían dejado atrás. El problema era que el café, tal como lo preparaban los turcos, era muy fuerte y amargo para el gusto europeo 😜. Aquí es donde Marco da Aviano, con su ingenio, sugirió mezclarlo con un poco de leche para suavizarlo. El resultado fue una bebida más suave, de un color marrón claro, similar al de su hábito de fraile capuchino, y por eso se le llamó «Kapuziner».
Este simple pero ingenioso gesto hizo que el café turco, con un toque de leche, comenzara a ganar popularidad en Viena. Y así, gracias a un fraile capuchino y una batalla épica, nació la versión temprana de lo que hoy conocemos como capuchino. Lo curioso es que, aunque este café empezó a popularizarse en Austria, su verdadera evolución y perfección ocurrieron después en Italia. Pero eso ya lo veremos más adelante.
Evolución de la receta: De Viena a Italia
Vale, ahora es cuando la cosa se pone más interesante. Después de su gran debut en Viena, el pobre «kapuziner» tuvo que hacerse un lavado de cara para ganarse a los italianos (ya sabemos que los italianos no se conforman con cualquier cosa).
Los vieneses lo servían con nata y azúcar, lo cual está bien, pero tampoco era una obra maestra. Fue cuando cruzó los Alpes y llegó a Italia que la magia empezó a suceder.
Los italianos, con su habilidad para transformar lo simple en espectacular, empezaron a juguetear con la receta. Cambiaron el café filtrado por un espresso bien cargado (porque, claro, en Italia todo sabe mejor con un buen espresso), y en lugar de nata, empezaron a usar leche vaporizada.
¡Tata chán! Ahí es cuando nació el capuchino tal como lo conocemos: con esa capa de espuma de leche que hace que todo parezca más elegante.
Este cambio no solo mejoró el sabor, sino que también hizo que la preparación fuera más rápida y perfecta para los bares italianos, donde los capuchinos se empezaron a servir como churros. Así, nuestro querido capuchino fue refinándose en las calles de Italia hasta convertirse en ese clásico que hoy pedimos con tanto estilo, aunque sea solo para sentirnos un poquito más sofisticados.
Y lo mejor de todo es que, aunque el origen sea austro-italiano, ¡ahora es una joya global!
La máquina de espresso: La revolución del capuchino moderno
Aquí es donde el capuchino da un salto evolutivo casi tan importante como el descubrimiento del fuego (bueno, tal vez exagero, pero casi).
Aunque el capuchino ya había encontrado su identidad en Italia, fue la invención de la máquina de espresso lo que realmente cambió el juego. Antes de eso, hacer café era un proceso mucho más lento y menos espectacular 😒, pero con la llegada de estas máquinas a principios del siglo XX, todo cambió. Ya se podía hacer un espresso fuerte y cargado de aroma en cuestión de segundos, y no menos importante: ¡la vaporización de la leche!
Adiós al café filtrado con nata, y bienvenidos sean los capuchinos con esa espuma de leche cremosa y perfecta.
Y aquí es donde la cosa se pone seria: la espuma de leche. ¿Por qué un capuchino sin espuma simplemente no es lo mismo?. Pues muy simple, la espuma no solo le da esa textura suave que tanto nos gusta, sino que también actúa como una especie de «cobertura» que conserva el calor y el sabor del café. Sin la espuma, lo que tienes es un café con leche y, vamos a ser sinceros, eso no tiene el mismo glamour 😎.
Así que, cuando hablamos de la máquina de espresso, hablamos del momento en que el capuchino se convirtió en una verdadera obra de arte en la taza.
¿Te ha gustado? Escribe algo en los comentarios 👇 👇